jueves, 16 de enero de 2020

Añorando los despertares de nuestra cultura



Foto: Dr. Davinso Troconis/ Danza: Santa y sucia

Por: Luis Alcides Aguilar Pérez
Enero de 2020
@luisaguilarpe

En una mañana de tertulia con mi amigo gestor cultural, Luis Eduardo Nieto, dialogábamos sobre la verdadera riqueza de nuestros pueblos, riqueza que muchas veces los propios no reconocemos porque nuestros pensamientos están conectados con otras visiones, otros alcances culturales, y, sin darnos cuenta, no nos percatamos de lo hermoso de nuestra belleza natural.
Como por ejemplo un mural en dónde se enmarque el retrato del  personaje local de mucho renombre en el momento; igual manera el pintor o artista de las artes plásticas que utilice los parques o calles, sin obstaculizar el espacio público a manera de exposición para mostrar su talento; el poeta o escritor que en una tertulia en un sitio público, en un bar o cantina, deleita con sus producciones escritas; el cuentero que llega a la emisora para exponer sus cuentos; la visita al puerto fluvial cuya asistencia al mismo se activa por la idea fantástica de la construcción de una carretera que invita a su visita; la charla cotidiana con nuestros ancianos, como la del licenciado Yesid Pallares, para conocer las realidades de tiempos pasados trasmitida de generación en generación. O recordar y dar a conocer los dichos o decires de aquellos que mediante su jocosidad enriquecieron nuestra cultura.
Quizás esto es un sueño valorar lo que en otrora se hacía. Cargarle la culpa a la tecnología de nuestro descuido no es muy acertado. Aunque, en cierto modo, ella ha espantado a los fantasmas de viejos tiempos, esos que en noches oscuras hacían correr algunas veces por alguna ilusión óptica  o algún mozo que se camuflaba en la noches para poder burlar las duras restricciones de los padres sobre sus hijas, pues entonces se buscaba la forma de verse a escondidas con su novia o amante, camuflaje que por lo general al realizarse a una determinada hora, hacía creer a muchos que era un fantasma más de los tantos que aparecían en los pueblos.
Nuestra ciudad capital, Valledupar, ha perdido la oportunidad de mostrar la verdadera grandeza de la riqueza cultural del Cesar. Todo lo ha enmarcado y vinculado a la música vallenata; descuidando y perdiendo una esencia más, su interés recae en el folclor de la música vallenata, lo cual es ilógico criticarlo, hace a un lado la oportunidad para que se reconozca al Cesar como tal, como lo que es; lo que al final sabemos, que no es sólo vallenato como música. Contrario a lo que hace Cartagena con eventos como; “Hay Festival Cartagena”, “Festival Internacional de Cine de Cartagena”, o capitales como Bogotá en las cuales varias veces al año realizan eventos culturales que enmarcan la cultura global y en razón al accionar el turismo fluye junto con significativos espectáculos propios de las grandes ciudades del mundo.
En algunos municipios se ha querido fortalecer el rescate cultural, para tal fin se han creado entes independientes; pero al final se le da un enfoque de fortalecimiento a los apetitos burocráticos; es decir, muchas infraestructuras culturales desaparecen y son subutilizadas por que los presupuestos para su funcionamiento se enfocan más en satisfacer la sugerencia del político de turno. El apoyo al quehacer cultural es a gotas, no hay agendas enfocadas a realizar convocatorias mediante las cuales se invite al productor cultural que tiene la experiencia y a los jóvenes que buscan a través de lo que hacen, un espacio, un apoyo para brindar su producto y de igual manera ganar una satisfacción económica o personal. Se necesita apoyar los proyectos de valor cultural de nuestros pueblos (danza, literatura, artes, canto, etc…).
También se necesita el valor civil de emprender el proyecto con recursos propios, en vista del no apoyo gubernamental, es ahí donde está la lucha; interés que sería más grato que los entes culturales municipales se interesaran de verdad por la inversión en esas propuestas del trabajador cultural, que el beneficio sea mutuo, gana el municipio y la preservación de la cultura e igual manera gana el productor cultural.
En algunos eventos locales, notamos la subvaloración de nuestros artistas, es absurdo pensar que debe cobrar por su espectáculo lo mismo que un artista de talla nacional; pero sí es necesario impulsarlo y brindarle el apoyo real acorde al reconocimiento de su talento y esfuerzo, por estar proyectando la cultura de nuestros pueblos, dándole reconocimiento a lo propio, un sello de garantía a su original.

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