Por: Luis Alcides Aguilar P.
Septiembre de 2015
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Fuente foto:https://paratenervidaabundante.wordpress.com/2013/10/23/ |
Recuerdo cuando a través de la prensa internacional nos
informábamos sobre los cruentos enfrentamientos de la guerrilla en Nicaragua,
El Salvador y otros países latinoamericanos en busca de la “democracia”.
En Nicaragua (1979 - 1990) El Frente Sandinista de Liberación Nacional, pone fin al poder dictatorial de los Somoza que en más de 30 años se habían mantenido en el poder, generándose de esta manera un proceso de inestabilidad política que tomaría connotaciones continentales con la intromisión de los Estados Unidos a favor de sus aliado que por lo general no eran las razones del pueblo enmarcadas en El Frente Sandinista.
En Nicaragua (1979 - 1990) El Frente Sandinista de Liberación Nacional, pone fin al poder dictatorial de los Somoza que en más de 30 años se habían mantenido en el poder, generándose de esta manera un proceso de inestabilidad política que tomaría connotaciones continentales con la intromisión de los Estados Unidos a favor de sus aliado que por lo general no eran las razones del pueblo enmarcadas en El Frente Sandinista.
La guerra civil de El Salvador, un enfrentamiento entre el
ejército gubernamental en contra de las fuerzas insurgentes del Farabundo
Martí, conflicto a mediados de 1980 y 1992. Todo, producto de significativas
crisis que en el transcurrir de los tiempos permitió que se alimentaran los
resentimientos de algunos intelectuales que no compartían algunos procesos políticos
que desde la independencia de España venían socavando la voluntad de un pueblo
pasivo y sufrido.
En medio de todos estos procesos de acuerdos y desacuerdos en
Centro América se encontraba latente en Colombia las huellas de un conflicto de
antaño desprendido de desavenencias entre seguidores de los partidos
tradicionales de Colombia y que se
fundamentaron en grupos de guerrillas que presumían llegar al poder a través de
las armas. Encontrándose con una oligarquía bien organizada y unas Fuerzas militares
leales e inteligentes que estaban dispuestos a no doblegar ante los intereses
comunistas de llegar al poder. Convirtiéndose el conflicto en uno de los más
profundos en occidente y en particular en América, en la cual ya se han
adelantado procesos de paz en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
Siempre me ha pululado en la mente una inquietud: ¿Por qué si
en América Central se han logrado con beneficios para el pueblo los procesos de
paz, y aquí en Colombia no? ¿Qué ocurre?; pero siempre encuentro razones de
peso, sentadas en tesis políticas y económicas que hasta el momento no han
dejado una vía libre a un proceso que logre al menos un desmonte del grupo
subversivo Farc, el más beligerante y fuerte en lo económico. Hoy ese sueño de muchos
colombianos parece estar llegando a la realidad, sin dejar de lado otros
procesos de pacificación con otros que no son muy fuertes, pero contribuyen a
una inestabilidad de un Estado que busca la razón y el derecho a lograr la paz
de sus ciudadanos y hacer de Colombia una nación prospera en lo económico,
político y social.
Lo triste es que en
medio de todo he vislumbrado uno de los hechos por los cuales en Colombia no
hemos llegado más prontamente a una muestra significativa del camino a una de
las tantas paz anhelada, digo a una de las tantas anheladas, porque aún quedan
algunos caminos por recorrer, así como quedaron caminos por recorrer después
del proceso de paz con el M- 19; y uno de los hechos que han impedido una paz
más pronta son las controversias generadas y conflictos, algunas con muchas
razones y otras con el ánimo de torpedear las realidades. Sin desconocer las
posturas de las víctimas, quizás una de las discusiones más elocuentes y
razonables porque son quienes han sufrido directamente las inclemencias de una
guerra que en muchos caso no era de ellos.
Colombia en un alto porcentaje, sin temor a equivocarme
aplaude el proceso liderado por el actual presidente Juan Manuel Santos, es
propio pensar que en estos caminos de reconcilio se encontrarán piedras y
tramos tortuosos que en ciertos casos son necesarios para lograr equiparar unas
bases solidas con el reconocimiento
claro de que es factible lograr convencer ideales honestos y de provecho para
una Colombia sufrida en la que prime la equidad y las oportunidades para bien
de nuestras futura generaciones. Encomendemos no a Dios para que el diablo
saque su mano y reine el principio de la paz.
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