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Por: Luis Alcides Aguilar P.
Octubre de 2015
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Fue la pregunta que realizó Darío Echandía el 9 de abril de
1948 en medio del llamado bogotazo, cuando se le pidió que liderara un
movimiento para tumbar a Mariano Ospina Pérez, quien gobernaba el país en
momento del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Muchos lo cuestionaron por tan absurda pregunta; pero quizás no analizaron detenidamente la profundidad de su interrogante, en momentos en que el país se iniciaba una crisis política y hasta el momento no se estaban previendo las consecuencias; como ocurre en este país, él sería el Sancho Panza y los demás embaucadores encarnarían al Quijote.
Muchos lo cuestionaron por tan absurda pregunta; pero quizás no analizaron detenidamente la profundidad de su interrogante, en momentos en que el país se iniciaba una crisis política y hasta el momento no se estaban previendo las consecuencias; como ocurre en este país, él sería el Sancho Panza y los demás embaucadores encarnarían al Quijote.
En la actualidad muchos y en medio de la calma si conocen y saben para qué sirve el poder,
varios de nuestros representantes políticos lo han utilizado para satisfacer
sus vanidades y muy poco para liderar cambios que favorezcan a toda una
comunidad ávida de desarrollo y soluciones efectivas al bienestar común.
Este mismo interrogante, en la actualidad, es necesario que
se lo realicen científicos, políticos, organismos no gubernamentales,
deportistas, docentes, artistas; en fin todo aquel que gracias a su poder
adquirido por el rol en el que se desenvuelve puede interceder para que por
ejemplo se tenga en cuenta a su comunidad, o viendo el caso de nuestro extinto
escritor Gabriel García Márquez que fue duramente cuestionado porque algunos
consideraron que no utilizó sus influencias para generar desarrollo en su
ciudad de nacimiento como lo es Aracataca, ya que el gobierno central no miraba
hacia las necesidades de la tierra del escritor, y de pronto con un guiño de “gabo”
pues se encontrarían prontas soluciones.
El poder ¿para qué?, pues para generar cordialidad,
desarrollo, paz, consecución de leyes, bienestar para los pueblos y para hacer
a un lado los obstáculos que impiden el crecimiento económico de nuestro país.
Es la visión que debería encarnar toda aquella persona que pretende llegar a
alcanzar una curul en el Congreso de la República, concejo, alcalde, diputado o
desenvolverse en su profesión. Mostrar desde una representación significativa
la puesta en práctica de su capacidad de
gestión saliéndose un poco del egocentrismo que en muchos casos quiere
apoderarse de los pensamientos sanos y sinceros de los que quieren utilizar el
poder para generar desarrollo y productividad en el ámbito en el que se ocupe.
El poder de conmover masas, de liderar cambios en la
orientación de jóvenes que desde los análisis de la cotidianidad se apropian de
la razón de realizar un mejor proyecto de vida siempre y cuando se está yendo
por el camino equivocado; hoy la capacidad del docente como guía y orientador
debe estar más próxima a los medios de persuasión como modelo de su quehacer
pedagógico en el cual redunde más la confianza y el afecto sin desconectarse
del carácter primordial que impida que el joven abuse de la confianza y mal
interprete la orientación del docente.
De todas formas un poder bien administrado en provecho de cambio, enfocado a complacer los afanes de desespero producto de un mal enfoque, es lo que a la final permitirá sociedades más justas; con políticos reales que interpreten la esencia del arte de la política, que proyecten con eficacia y no con improvisaciones que los hacen soñar con las riquezas a costa de las necesidades de toda una comunidad, con justicia social no morirán más niños por desnutrición, no existirían más comunidades consumiendo agua no potable, mermaría la abrumadora cantidad de atracos y fleteos, más atención a los dependientes de las drogas alucinógenas que por problemas de adicción acuden a ellas.
Pensemos el poder. El poder sirve para generar cambios reales y justos, lo mejor de todo es que los que manejan los hilos de la miseria se hacen los inocentes al momento de cuestionárseles en medio del manejo del poder.
De todas formas un poder bien administrado en provecho de cambio, enfocado a complacer los afanes de desespero producto de un mal enfoque, es lo que a la final permitirá sociedades más justas; con políticos reales que interpreten la esencia del arte de la política, que proyecten con eficacia y no con improvisaciones que los hacen soñar con las riquezas a costa de las necesidades de toda una comunidad, con justicia social no morirán más niños por desnutrición, no existirían más comunidades consumiendo agua no potable, mermaría la abrumadora cantidad de atracos y fleteos, más atención a los dependientes de las drogas alucinógenas que por problemas de adicción acuden a ellas.
Pensemos el poder. El poder sirve para generar cambios reales y justos, lo mejor de todo es que los que manejan los hilos de la miseria se hacen los inocentes al momento de cuestionárseles en medio del manejo del poder.
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