martes, 28 de junio de 2016

Hablar de paz

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Por: Luis Alcides Aguilar P.
Junio de 2016
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Hablar de paz es muy complejo en un país o continente, que después de pasar por el sometimiento histórico por parte de los europeos, que en tiempos lejanos se apropiaban del mundo que veían desprotegido y “sin ley”; ellos llegaban a aplicar  su verborrea cruel y asesina, pretendiendo quitar del camino la esencia de una etnia pura, desde la visión posmoderna de la sobrevivencia de la especie humana.

Ese mismo carácter mezquino y avasallador de las, entonces naciones modernas, hambrientas de poder a través de los reyes, se implantó en mentes desquiciadas y petulantes de la época contemporánea. El horror de las guerras resurgió con cara de estruendos, bombas, más humanos dispuestos a morir por la ceguedad de sus gobernantes, para afianzar los poderes a su antojo, queriendo apropiarse de la tierra.

Otros queriendo jugar a Dios, buscando la pureza de la “raza”, para hacer de la humanidad, tan perfecta que alcanzará el equilibrio de sus mentes corruptas y enfermas. Hasta llegar a la debacle de la llamada “Segunda guerra mundial” tan cruel, como los pensamientos de aquellos que cuestionan un camino a la paz, sin haber vivido el horror de los desplazamientos, muertes de seres queridos y el despojo de sus tierras.

Es muy relajante, escribir sobre los conflictos sociales de Colombia, cuando se tiene un medio de subsistencia, en mi caso de empleado público.  Y otros amasando las fortunas que lograron engañando a los pueblos, pueblos de gentes noble, y con grandes necesidades. Pero observando la necesidad imperante de una calma en medio de la tempestad, es apenas lógico comprender lograr acallar los estruendos de los cañones y los lloros de los que sufren en medio de la miseria de la guerra. El precio de ese logro, es comparable con el goce de los que de verdad sufren un calvario constante y de desasosiego, el mismo sufrido por el campesino, al lado de sus hijos, niños y ancianos que seguramente miran al cielo, rogándole a Dios que si es necesario les permita la muerte, como única solución al asedio de una guerra que no es de ellos.

Hoy no comprendo la actitud de sectores que hablan de la entrega total del Estado a favor de los grupos que por años estuvieron buscando una mejor sociedad, pero en el camino tergiversaron su posición ideológica y por ello en ciertos casos terminaron odiados por el pueblo sufrido.

Hoy, pregunto ¿Cuál es la preocupación, de los que tuvieron el poder y no solucionaron los conflictos arraigados en profundas y rebeldes ideologías, desprendidas de un pasado histórico por descuidos del mismo Estado? Quizás la respuesta, como dijo alguien, es: - Los muchos intereses políticos  y económicos en juego; en la que el diablo o el maligno de la irracionalidad del hombre, tiene la mano metida.

Dios, ese ser ideal en el que la espiritualidad permite reaccionar a muchos colombianos que acuden los domingo a misa, y después en sus casas y charlas sociales despotrican de las realidades del país, burlándose del dolor ajeno, opinando alegremente, sobre su poca inmutación facial por unos cuantos muertos más, opinando que la solución no es de diálogos, sino de plomo; es menester encomendarnos a él, para tratar de alcanzar un ideal de paz.

Bienvenido un nuevo camino a un poco de paz. Colombia lo merece.

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