Siempre lo he conocido como una
persona inquieta, amante de su trabajo, amigo de sus amigos y un personaje muy
significativo para la Chiriguaná de viejos tiempos y la actual.
Un inquisidor en la
búsqueda de la verdad en la solución de los problemas en los equipos
electrónicos que llegaban a su taller para darle arreglo total y el cliente
regresaba contento a su casa.
Dentro de sus amigos se
encontraban los difuntos Julio Morales un inquieto personaje experto en
reparación de radiadores de carros y otros arreglos en soldadura, y Joaquín
Aguilar, un electricista empírico consagrado a su labor.
A “checha” como le dicen sus
amigos; hoy he querido, a través de estos escritos realizarle un pequeño
homenaje, a su tesón de visionario y un hombre de sueños como sus actos lo han
demostrado.
Nació el 4 de enero de 1936 en
Chimichagua, Magdalena, hoy Cesar. Hijo de Enrique Bustamante Mancilla y
Dolores Rebeca Vides Royero. Realizó sus estudios primarios en Chimichagua
hasta el curso tercero, viajando después a El Banco, Magdalena, donde cursó
el cuarto en el Instituto San Javier, y el quinto en el Liceo Colombiano.
Su curiosidad por conocer el
funcionamiento de algunos objetos, como linternas de 6 voltios, diseñadas por
grandes empresas, mimas que desarmaba, para idear después un mecanismo que se
adaptara a carros de juguetes de madera colocándoles luces que interactuaran
con su movimiento y frenado o al detenerse, hace que se interese por el estudio
de la electrónica; la que inicia por correspondencia en la National School, de
San Francisco, California -Estados Unidos-, el material de estudio se enviaba
desde San Francisco a Bogotá y desde allí era enviado a los pueblos del país en
donde existían los estudiantes.
Don César llega a Chiriguaná
por la vía del río Cesar en el año de 1956. Consagrado como uno de los primeros
técnicos, comienza a tener clientela y es así que surgen en el pueblo los
primeros picó o equipos de sonido muy apreciados por los dueños de negocios de
cantinas de ese entonces para amenizar la venta de productos propios de estos
locales.
En Chiriguaná conoce a su
esposa doña Graciela Mejía Martínez, de cuya unión existen siete hijos, y siete
más por fuera del matrimonio –diez hembras y cuatro varones-.
En 1959 crea una emisora local
con ayuda de una bocina metálica suspendida a una altura de diez metros y con
la asistencia de un amplificador de audio de 35 vatios. Las personas del
pueblo escuchaban música, dedicatorias y otros aspectos que tienen que ver con
la comunicación.
En 1960 funda la primera
emisora del centro del hoy departamento del Cesar, La Voz de Chiriguaná, esta
emisora en su desarrollo tuvo muchas interrupciones motivadas por la falta de
documentos que le permitiera ser legal; pero de igual manera su accionar en
algunos casos fue fortuito, ya que el proceso de legalización era muy costoso.
Tres años después de la creación de La Voz de Chiriguaná es cuando surge en
Valledupar Radio Guatapurí.
César Bustamante, es el mismo
que ayudó al hoy famoso Galy Galiano, en sus inicios de cantante; para
acondicionar el parlante de un radio viejo y convertirlo en un
amplificador adaptado a un bajo artesanal, con el cual Galy comenzó a
imitar las notas musicales de las canciones de Alfredo Gutiérrez y Calixto
Ochoa que reproducía una radiola.
Este amigo, además de los
sueños y la perseverancia, le ha permitido que en 1997 la Voz de Chiriguaná surja
legalmente para convertirse en un medio que presta un gran servicio
local, como a las comunidades vecinas. Además, se ha convertido en una escuela
de formación ya que por sus micrófonos han pasado muchos jóvenes, mujeres y
hombres, interesados por el periodismo o locución.
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