Recomendación:
grados 9º.
Leer
y analizar el siguiente cuento y tener en cuenta los aspectos relevantes
Transcurría
el año de 1567 y en los ríos de Guinea, África,
se desarrollaban guerras ínter
tribales, en medio de una de esas ofensivas, por lo ancho y largo del
territorio corría un negro; después de que se le advirtiera a su familia que sería capturado. El curtido aborigen
africano, era robusto, alto, con talla de gladiador, además de pertenecer a una
familia de importante linaje de gobernadores y príncipes africanos. Corría
desmedidamente a causa de una persecución
liderada por el jefe de una tribu
conflictiva que por la ambición aborrecía las raíces de su patria.
El
barco negrero que se anclaba en la costa Africana esperaba el nuevo cargamento
de los apetecidos esclavos de esa región de África, deseados por ser portadores
de una cultura económica y tecnológica evolucionada y al venderlos en el
mercado, sus captores recibirían una
fuerte suma de dinero.
Su
agilidad guerrera era excelente, en medio de la selva esperaba a sus
perseguidores, y con estrategias bien calculadas iba reduciendo a sus
contrincantes quienes no soportaban sus mortales puños y el buen
manejo de su rudimentaria arma, una lanza de dos metros de largo que construyó
cuando vio el momento para iniciar su cacería.
Su instinto belicoso lo hace detenerse, mostrándose agitado en su
humanidad por su tortuoso esfuerzo para escapársele a sus enemigos, su huída lo alejó muchos kilómetros de sus
dominios.
El
jefe de la tribu, Kuwe, se encontraba decepcionado porque sus guerreros no
habían dado captura su presa. El objetivo del jefe africano era venderlo a los
comerciantes europeos, quienes necesitaban un urgente pedido de esclavos para
llevarlos al Nuevo Reino de la Granada.
En razón de no lograr su cometido, el
líder Kuwe regresó con sus guerreros a la aldea, que sus hombres habían arrasado
muchas horas antes, dando muerte a los nativos que intentaron defender su
territorio y evitar ser capturados por
el traicionero gobernante. Dentro de las
mujeres sometidas en la feroz batalla, se acordó dejar libre a la princesa Zela
y a sus hijos, todos menores, a cambio se vendería a su esposo, el Gobernante
perseguido. Al no poder capturarlo, el jefe opta por venderle la mujer a los
comerciantes, dejando a los hijos.
En
medio de una triste escena los pequeños de entre cinco, cuatro y tres años ven
como su madre es llevada a la fuerza por hombres que por su color de piel
parecían ser desu misma gente, los niños lloraban inconsolablemente, pero el
corazón de piedra de la tribu contraria le restaba importancia a lo sucedido,
de igual manera habían dejado a otros niños ya que los sobrevivientes de la
sanguinaria batalla, padres de otros niños, también fueron sometidos.
Al
paso del tiempo; ocho meses después llegó otro barco negrero a las costas
africanas, en el transcurso del tiempo, Mosoua, nombre del negro perseguido,
dio muerte a Kuwe y con ayuda de otros clanes logró llegar a acuerdos de paz para
bien de las familias de las aldeas cercanas, Mosoua encomienda a sus hijos a
otra familia que hacia parte de la nueva aldea creada por Mosoua, ya que
él había tomado la decisión de ir en
busca de su esposa, idea que toma sin conocer a ciencia cierta cómo lograría
encontrarla, por ello decide dejarse atrapar por un grupo de europeos que se
arriesgan a cazar esclavos para
llevarlos al nuevo mundo.
La
embarcación llega a Cartagena de Indias; puerto de mayor movimiento y actividad
en el Reino de la Nueva Granada, desde
ahí se envían esclavos al virreinato del
Perú, islas del caribe y las antillas. El cargamento es codiciado por personas
necesitadas de manos expertas que laboren en sus plantaciones o haciendas. Otro
grupo de esclavos, que venían en el mismo
barco, provenientes de lo que los comerciantes llamaban los angolas y congos,
que son de los más abundantes, eran vendidos a 150 ducados de contado, estos
eran utilizados para el trabajo en las minas.
Mosoua,
fue comprado por 200 pesos de plata de contado, por un importante hacendado,
además compró dos mujeres, ellos eran considerados de los más expertos para
labores de manejo en las casa de los blancos europeos, ya que eran
considerados provenientes de una importante
estirpe Africana. En sus conocimientos Mosoua tenía entendido la categoría que
los blancos le daban a los negros que como él pertenecían a los nacidos en la
zona africana de donde venían.
El
español Francisco Del Faro, fue quien
compró a Mosoua; cuando ya se encontraba en su hacienda llamo al negro Felipe,
un negro traído desde hacía mucho tiempo a la Nueva Granada, quién ya hablaba
el español, y practicaba muchas costumbres españolas, fue encargado por parte
de su amo para que realizara una reunión de
todos los esclavos que poseía la
hacienda, al cumplir con lo encomendado; en una formación en fila y al
frente de la misma se encontraba Don
Francisco Del Faro, el negro Felipe y los
tres nuevos esclavos adquiridos. Con un ligero movimiento de su cabeza,
Don Francisco le indica algo a Felipe quien en su lengua africana empieza una
conversación con sus coterráneos y señalando a cada uno de los nuevos
habitantes de la hacienda les indica;
Miguel, Candelaria, Isaura, eran los nuevos nombres que recibirían los
esclavos, la indicación era que de ahora en adelante serían llamados con los
nombres que allí se les estaba dando, informándoles también el cargo que tendrían
en la propiedad, Miguel quedó encargado
del cuidado de los caballos. En su razonamiento entendió que por la apariencia
en sus gesticulaciones y mirada, su amo parecía ser una buena persona.
En
las horas de la noche con el acompañamiento del calor producido por una fogata,
los negros esclavos se reúnen para invocar a los espíritus, importante
manifestación de su cultura, en ese proceso cierran sus ojos y regresan
mentalmente al África, exploran sus paisajes, la sabiduría de sus mayores, sus
animales, su grandeza y el sueño de volver a ser libres. Al parecer ese
pensamiento nocturno en su tierra, parecía contactarlos con la esperanza de
vencer las ataduras y por unos instantes retornar al corazón de su amada
patria. En esos constantes encuentros
con sus semejantes, el negro Miguel, se encuentra con un mbuki o adivino que
utilizando a escondidas las mañas para conocer la verdad de los caminos
perdidos, le dice que él es capaz de dar con el paradero de su otra mitad, pero
que necesita su consentimiento para intentarlo y lograr conocer el sitio donde
fue ubicada la princesa Zela.
A
cuatro años de encontrarse lejos de su
querida África, Miguel, había estado por muchos lugares cercanos y
lejanos del lugar de sus labores, pero nadie de sus compatriotas, según sus señas y
manifestaciones le daban razón de la negra que trataba de describirles. Todos
los días de esclavitud en una hacienda del Nuevo Reino de la Granada, siempre
junto con sus pensamientos, la imagen de
sus hijos y su compañera han estado presentes. Ya se iniciaba hablando el
idioma impuesto por su condición de esclavo, el español, su amplio conocimiento
de su cultura lo convertían en una persona muy bien tratada por su señor, a
pesar de que Don Francisco del Faro, continuamente los ha tratado bien, él se
había ganado un importante posición de entre sus compañeros de esclavitud, porque
además de estar encargado del cuidado de los caballos de la hacienda, también
manejaba con gran destreza algunas expresiones culturales como la danza y
cantos de la sabiduría negra; lo que generaba un aprecio que por ello había recorrido otros sitios aprovechando
la oportunidad para continuar con su lucha secreta, secreta en el sentido de
que su propietario no lo sabía; pero si lo sabían Felipe, mayordomo de la casa
principal de la hacienda, los negros a los que le indagó acerca de la
descripción de una negra que buscaba y el mbuki, el adivino, quien con sus
consultas a los espíritus y sus ritos por más de cuatro largos años, no había
podido dar con la ubicación de la princesa Zela.
Pasado
nueve años de su llegada al Nuevo Reino
de la Granada, en la propiedad de Don Francisco del Faro, los negros realizaban
una fiesta entre ellos; su señor les había dado unas dotaciones de tabaco y
aguardiente, en medio de esa fiesta, dos negros de la hacienda decidieron
escapar, al hacerlo se convertirían en cimarrones y se establecerían en algún
sitio para protegerse y según ellos ser libres.
El
suceso de escapatoria de los esclavos, puso de mal humor a Don Francisco del
Faro y para evitar otras fugas, decidió poner mano dura a los otros esclavos de
su propiedad, con el propósito de darles una lección. Esta acción hacía aun más
difícil el objetivo de Miguel, ya que sus aparentes libertades de ir a ciertos
lugares lejos de la hacienda, con el consentimiento de su señor, se habían
terminado. La legislación era muy drástica con aquellos negros que huían de sus
propietarios.
En
medio de todo, por fin Miguel pudo tener una pista del paradero de la princesa
Zela, pista que le llegó gracias a los secretos del adivino, quien argumentaba que la huida de los dos esclavos le había abierto
el camino para dar con el paradero de Zela, se realizó un contacto espiritual
entre los esclavos que huyeron, que de acuerdo a algunas señas espirituales los
unió con la realidad, Zela se encontraba en un palenque, al parecer ella había
huido desde hacía mucho tiempo de la hacienda donde se encontraba y los
fugitivos también se encontraban en el mismo lugar, según el mbuki, eso le sirvió de puente. Al conocer la noticia
Miguel empezó a idear su fuga, para dar con
la ubicación del sitio de
concentración de esclavos furtivos.
Pasado
dos meses de la huida anterior, Miguel, decide escaparse en su hazaña recorre
gran parte de Cartagena, llegando con suerte al sur de la provincia, en donde
se encontraba un palenque. Don Francisco del Faro, junto con la autoridades,
organizó una expedición para dar captura a los negros fugitivos y logrando
llegar a los alrededores del palenque se presentó una feroz batalla la que dejó
como resultado muchos muertos, tanto blancos, como negros, la beligerancia de
los negros hace que las autoridades desistan de su propósito, decidiendo dar
por terminada la persecución.
Por
fin Miguel encuentra a su compañera, quien es reconocida como una mujer de
grandes ideales de libertad y que ella junto con otros negros, logró huir desde
hacía más de tres años, cuando llegó en calidad de esclava, en un cargamento
ilegal de esclavos que llegó a las costas de Santa Marta, hoy era considerada
una líder de su étnica.
Zela,
cuyo nombre de esclava era Petrona,
junto con Mosoua comparten sus sentimientos por el hecho de estar lejos
de sus hijos, pero las circunstancias han hecho que se olviden por cortos
tiempos de la realidad, para tomar partido de la otra realidad en busca de la
libertad, para después volver a sus raíces, reconocen que si no tienen esa
fuerza, entonces estarán sujetos a continuar siendo esclavos, sin esperanzas de
volver a reencontrarse con los suyos.
Mosoua,
le cuenta la manera como pudo llegar al llamado nuevo mundo con el único
propósito de regresarla al África. Las circunstancias los hacen caer en cuenta
que para lograr regresar, primero tienen que luchar fuertemente y si en muchos años ellos se volvieron
encontrar, gracias a los esfuerzos y al
ánimo de libertad, ahora tendrían que seguir luchando y soñando para alcanzar
el sueño de estar junto a sus hijos y ser verdaderamente libres en su propia
patria.
*Luis
Alcides Aguilar. Libro: Sueños de Libertad. P 56 a 61.
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