Foto: tomada de Juventud Rebelde, http://www.juventudrebelde.cu/file/img/fotografia/2011/07/15376-fotografia-g.jpg
Por: Luis Alcides Aguilar P.
Según Magdala Velázques Toro, “La
situación, económica y política de la mujer en Colombia ha estado marcada por
múltiples factores estrechamente vinculados a su condición sexual. La opresión
y discriminación de la mujer es un hecho histórico que traspasa todas las
clases sociales”1.
Los censos de 1938, 1951, 1961, y
1974 incluyeron dentro de la población económicamente inactiva al ama de casa
(aún hoy en pleno siglo XXI así lo consideran). Olvidando abrupta
mente el gran aporte de la mujer en la casa o el hogar. Así como ha
ocurrido estos olvidos históricos, también se ha menos preciado el trabajo de
la mujer campesina, estas que han sido el soporte vital de sus maridos, que a
más de ayudarles en la crianza de los hijos deben recurrir a la atención de la huerta,
labores agrícolas y mantenimiento de animales domésticos. La mujer del campo es
quizás, sin ofender, la más sufrida que por las consecuencias de las guerras
intestinas generadas en nuestro país le ha tocado en muchos casos ser madre,
padre y hermana de sus hijos, de vecinos y huérfanos.
La mujer campesina es la que
siempre ha estado presente en el devenir ciego de una sociedad que castiga la
ignorancia intelectual de ciertas mujeres del campo; pero no tiene en cuenta su
incalculable conocimiento en la prosperidad agraria de un Estado que aparenta
olvidar la importancia de sobre vivencia que nos guarda el campo. El
mismo que dentro de sus entrañas tiene un complemento primordial como lo es,
esa mujer de manos curtidas encallecidas por el arduo trabajo, legado como
signo de pujanza de nuestros antepasado aborigen matriarcal y negro.
La mujer campesina es el pasado,
el presente y el futuro, porque el producto del campo es parte fundamental en
la seguridad Nacional de un país.
1. Quórum,
mujeres al día, pag 24.
No hay comentarios:
Publicar un comentario