Por: Luis Alcides Aguilar P.
Cuando llegué como estudiante al entonces Colegio Nacional de Bachillerato de Chiriguaná, encontré la humildad en una persona que con el paso del tiempo hizo parte de mis diálogos en la secundaria; todos los días la veía en su esencia dicharachera y buena gente. Me refiero a Alicia Royero, quien tenía en alquiler, perdón, tiene en alquiler la cafetería, en la cual en los ratos de descanso, nos acercábamos como alumnos a comprar galletas, gaseosas, café, jugos u otros productos que gentilmente y con paciencia nos despachaba, otras veces pasabamos de largo.
Lo más sorprendente, era que Alicia sacaba de apuros a más de uno, con los fiaos o créditos, actitud que no se encasillaba en hablar directamente con el acudiente, sino que lo hacía tan directo y con la confianza de que no le iban a quedar mal, lo hacía, me dijo una vez, porque se daba cuenta que muchos jóvenes no traían nada para comprar, otras veces los propios padres de los niños realizaban crédito, algunos pagaban y otros se olvidaron del acuerdo y nunca más volvieron.
Aquí está Alicia, aún con una cuenta larga de morosos; gracias a Dios, esos mismos favores que ha realizado le han permitido infinitas bendiciones y es así que todavía la tenemos en la hoy Institución Educativa Juan Mejía Gómez, sede principal.
Alicia, con su empeño de madre ha logrado sacar adelante a sus hijos Yoe y Yolinda. Un 21 de julio de 1979, siendo Rector del Colegio Nacional de Bachillerato de Chiriguaná, Carlos Cahuana, llegó Alicia para iniciar a ocupar un lugar en nuestros corazones. Alicia la amiga, la confidente, la del bachillerato, la de la sonrisa de esperanza…
Gracias Alicia, por tu aprecio, por tu paciencia y por brindarnos siempre tu amistad.
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